Cauce fluvial

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Un cauce fluvial es una corriente natural de agua que fluye con continuidad. Posee un caudal determinado, rara vez constante a lo largo del año, y desemboca en el mar, en un lago o en otro río, en cuyo caso se denomina afluente. En el cauce se puede distinguir la cabecera, donde nace, el cauce medio y la parte final o desembocadura.

También se incluyen numerosos arroyos y las cabeceras de los ríos:

La fauna en los cursos de agua

El grupo faunístico más estrechamente ligado a los ríos es el de los peces. Dentro de la comarca, el tramo del Jiloca de 22 kilómetros de longitud comprendido desde la confluencia del arroyo de la Rifa en Caminreal hasta el puente romano de Luco de Jiloca está catalogado de interés piscícola. Está clasificado como Ciprinícola, destacando especies como el endemismo español Barbo de graells (Barbus graellsii), el Barbo culirroyo (Barbus haasi), la Madrilla (Chondrostoma toxostoma), la Bermejuela (Rutilus arcasii) y el Gobio (Gobio gobio). De la familia de los salmónidos destaca la presencia de la Trucha común (Salmo trutta), mientras que el Lobo de río (Noemacheilus barbatulus) pertenece a la de los cobítidos.

Sustentando esta nutrida población ictícola existe todo un conjunto de invertebrados acuáticos: caracoles de varias especies, sanguijuelas, planarias, crustáceos y sobre todo insectos, tanto adultos como larvas acuáticas de formas terrestres. Además de su importancia en la cadena alimentaria de los ecosistemas, estas formas de vida constituyen eficaces bioindicadores del estado de salud de los ríos.

Muy abundante en el pasado, en la actualidad raro es el tramo de río que alberga poblaciones de Cangrejo de río autóctono (Austropotamobius pallipes), por pequeñas que sean. En nuestra comarca quizás la Rambla de Cuencabuena sea la única zona privilegiada en este sentido. Una enfermedad vírica y la competencia con el cangrejo americano (Procambarus clarkii) son los responsables de la triste pérdida de nuestro mayor invertebrado acuático.

Otros animales estrechamente asociados al agua son los anfibios, entre los que la Rana común es la más frecuente. Muy abundante en el pasado y a pesar de su gran plasticidad ecológica, el profundo deterioro del medio acuático y la introducción de especies exóticas, especialmente el cangrejo americano, han hecho disminuir drásticamente algunas de sus poblaciones. Cuando las riberas presentan una cobertura vegetal más o menos aceptable hace su aparición una de las ranas más bonitas de toda la fauna ibérica: la Ranita de San Antonio. De vivo color verde, en el que destaca una línea longitudinal negra que recorre todo el lateral del cuerpo, constituye una especie de hábitos netamente arborícolas, pasando el día encaramada a las ramas de la vegetación ribereña.

Sobre las especies anteriores depredan dos ofidios netamente acuáticos: la Culebra viperina y la Culebra de collar. La primera tiene el aspecto de víbora, ya que es de color marronáceo con un zig-zag oscuro en el dorso, aunque es totalmente inofensiva y tímida. La pupila circular y el mayor tamaño de las escamas en la cabeza permiten diferenciar claramente la culebra de la víbora. La Culebra de collar puede alejarse más del agua, aunque la base de su alimentación son los anuros (ranas y sapos).

Además de estas especies estrictamente acuáticas los ríos albergan una importante fauna ornítica. Entre las especies más características podemos destacar la Polla de agua, el Anade real, el Andarríos chico, el más elusivo Martín pescador, la Lavandera cascadeña y el Ruiseñor bastardo.

Entre los mamíferos asociados al medio ribereño cabe citar tres especies: el Musgaño de cabrera, pequeño insectívoro semejante a las musarañas cuya presencia suele detectarse al analizar las egagrópilas de lechuza, ya que de otra forma pasa muy inadvertido; la Rata de agua meridional, mucha más activa a plena luz; y el Turón, mamífero carnívoro de la familia de los mustélidos.

La arquitectura del agua

El cauce o curso de los ríos Jiloca y Pancrudo ha variado sustancialmente a lo largo de los siglos, en un proceso de lucha continua entre el libre discurrir del agua y las necesidades y deseos de los hombres. Por su humanización, forma parte indiscutible de los elementos propios de la Arquitectura del agua.

El cauce excavado por el río Jiloca es muy desigual, limitándose en algunas zonas a ser un mero arañazo en el valle. Durante las tormentas estivales, las inesperadas avenidas de agua provocaban el destrozo de tierras de cultivo, la erosión y el arrastre de materiales, que muchas veces tapaban el cauce del río provocando su desbordamiento.

Refiriéndose al Jiloca, Madoz denunciaba hace 150 años que “...en tiempos de grandes lluvias tiene varias desbordaciones por las diversas ramblas que acuden a desaguar en el mismo y, no pudiéndolas admitir en su poco profundo cauce, inunda las posesiones arrebatando las cosechas y causando estragos considerables en las obras construidas en los límites de las citadas ramblas. Un descuido imperdonable que data de muchos años ha reducido este río al fatal estado en que se encuentra: los perjuicios que causa se podrían evitar con la construcción de una obra de la mayor importancia y necesidad, y que sus naturales no pueden emprender por falta de medios...”.

Para evitar estos daños se han realizado numerosos intervenciones. Existe documentación de algún caso en el que se enderezo el Jiloca, como en el caso de Báguena y Burbáguena , pero en otras ocasiones esta claro que ha habido enderezamientos a lo largo de la historia, si bien no se ha encontrado documentación al respecto. Por ejemplo en Monreal del Campo es claro que el río viejo ha sido enderezado, siendo una línea recta desde el nacimiento del manantial hasta el casco urbano. Otro enderezamiento es el del río Cella, en este caso como canalizaciones de zonas lacustres.

Todas las intervenciones han estado muy influenciadas por la propia geomorfología del valle del Jiloca, siendo necesario distinguir tres zonas:

  • Alto Jiloca. El cauce es una acequia completamente artificial denominada popularmente "río Cella" o "acequia madre".
  • Jiloca Medio. Las intervenciones tienen un carácter puntual y han ido destinadas a suavizar las inundaciones y roturar prados.
  • Bajo Jiloca. Se ha recrecido y desviado prácticamente todo el cajero del río para evitar las inundaciones.


Río Cella

Río Cella a su paso por Santa Eulalia

El río Cella, que se identifica actualmente con el tramo del río Jiloca que discurre entre Cella y Villafranca del Campo, es un cauce artificial denominado habitualmente por los habitantes del valle como Acequia Madre. Desconocemos exactamente la fecha de construcción que, posiblemente, se acometería a lo largo de varios siglos. Lo cierto es que en 1742, cuando se aprueban las ordenanzas de riego, tenía ya un aspecto muy similar al actual.

Jiloca Medio

Vista general del prao de Luco, con el antiguo cauce de eje central

Casi todas las intervenciones en el cauce del río Jiloca han ido encaminadas a reducir los efectos de las crecidas del río Jiloca y a reducir la humedad de los prados, encaminadas, sobre todo, a un posterior proceso roturador y puesta en cultivo. La mayor parte de las intervenciones se documentan en los siglos XVI y XVII coincidiendo con la expansión agrícola en el valle medio del Jiloca.

Conocemos algunas de estas modificaciones en el cauce del río Jiloca gracias a la documentación histórica, pero también mediante una observación directa en el campo, ya que muchas de las intervenciones desviaron las aguas por la parte más alta de las terrazas fluviales, observándose actualmente un contrasentido artificial.

  • Actualmente el cauce del río Jiloca a su paso por el El prado (Villafranca del Campo) se encuentra desplazado por la parte más alta de la terraza fluvial, utilizando el primitivo río a modo de acequia de desecación.
  • El desvío del cauce del río Jiloca a su paso por el Prao de Luco está relacionado con la puesta en cultivo de parte de esta pradera, la construcción de la acequia Molinar (Luco de Jiloca) y la acequia de los Galachos (Calamocha). Actualmente, el cauce del río está desviado por la parte más alta de las terrazas fluviales, dejando el cauce primitivo como canal de desagüe de las parcelas. Se desconoce la fecha exacta del desvío, aunque su posibilidad ya aparece recogida en una concordia firmada por los concejos de Calamocha y Luco de Jiloca en 1503. A mediados del siglo XVII estaba ya en funcionamento.
  • En Burbáguena hacia 1511 se realiza en la localidad un enderezamiento del río para evitar que el río desbordase e inundase la plaza y un prado comunal como consecuencia del trazado sinuoso y de la escasa profundidad del cauce del Jiloca a su paso por Burbáguena. El trabajo fue realizado por Juan de Ribera, alias de Malpelo, vecino de Burbáguena.
  • En Báguena tenemos documentado un enderezamiento realizado a principios del siglo XVI, aunque no sabemos si será el mismo que se observa actualmente junto a la localidad, perfectamente constatable a través de los mapas cartográficos.

Bajo Jiloca

El río Jiloca por la parte más alta de las terrazas fluviales en Montón

A partir de la localidad de Montón el cauce del río Jiloca se encuentra muy transformado. El río discurre por un valle de fondo plano, sin terrazas fluviales, y ha sido necesario elevar los cajeros de todo el cauce y desviándolo en algunas partidas agrícolas. La vegetación de ribera ha desaparecido completamente.

También tenemos ejemplos de desbordamientos del Jiloca más recientes, como en junio de 1979 que inundó toda la vega de Maluenda.

Las modificaciones son muy antiguas. Sabemos que entre 1743 y 1766, según numerosos testigos, el río sufrió en el Bajo Jiloca una profunda mutación, cambiándo la dirección del cauce, además de algunas ramblas y arroyos en numerosos parajes. El terreno se recargó, enrrunando acequias y aguateles, además de desplazar el cauce del Jiloca. La tormenta caida en julio de 1766, destrozando toda la vega del Bajo Jiloca, fue una de las más violentas del siglo XVIII.

  • Una gran transformación la observamos en la desembocadura de la Rambla de Valcodo (Fuentes de Jiloca) y el azud de la acequia Novella. Hasta mediados del siglo XVIII la rambla desahogaba por la parte inferior del azud, pero poco a poco, empujado por las deposiciones de los arrastres de la rambla, fue ascendiendo para desahogar en el mismo azud, provocando su continuo enrunamiento y la inundación de la vega.
  • El tramo final del Jiloca también sufrió varios enderezamientos durante el siglo XVIII, sobre todo junto a la Acequia de Marcuera (Paracuellos de Jiloca), que fueron acompañados de la roturación de antiguos lechos para integrarlos en los campos de cultivo. Las tranformaciones no fueron del gusto de todos los agricultores, acabando en enfrentamientos que se solucionarían en la Real Audiencia.

Bibliografía

  • Rodrigo Estevan, María Luz (1997): "Maestros paleros y endreçadores de río", Xiloca, nº 20, p. 49-76 [Texto completo]
  • Benedicto Gimeno, Emilio (1996): "Los prados de Gascones (Calamocha) y Entrebasaguas (Luco). Una aproximación histórica al estudio de las acequias, de los procesos roturadores y de la desamortización de los bienes comunales en la cuenca del río Jiloca", Xiloca: revista del Centro de Estudios del Jiloca, 17, p. 65-89 [Texto completo]